Versión de Alejandro (Darikiking) Jahuanchi.
Desde
su origen, los pueblos indígenas, como los Wachiperi, Toyeri, Sapiteri y Arakmbut
del Cusco y Madre de Dios, son todos hijos de la noche e hijos del día. Cuando
después de la oscuridad se hizo la luz y el Ojo Universal (El Sol) iluminó la
tierra, apareció la humanidad y con ella aparecieron los animales antiguos como
el jaguar, la serpiente, el oso, el mono. Las aves aparecieron después y son
fruto del árbol de Wanamey, y son la procreación de Wanamey. Durante muchos,
muchos años vivieron inocentes, no conocían el pecado ni el mal, ni había
diferencias de ideas políticas, ni guerras, todos vivían en armonía y en paz.
Los animales y los hombres vivían juntos
sin miedo los unos de los otros, todo era armonía, convivían juntos, pero
cuando el hombre comienza a desarrollarse culturalmente empieza el
desequilibrio, las guerras y el desorden, los abusos y los asesinatos, los
hombres y los animales dejan de convivir y comienzan a matarse entre sí, y así
comienza un periodo muy largo de desequilibrio y desajuste. Y entonces un día
el Ojo Universal, el Padre del Día le avisó a un sacerdote que va a venir un
tiempo de sequía, un gran incendio va a arrasar la tierra pues como la gente
vive en pecado tiene que haber un fuego purificador que devuelva el equilibrio
y la armonía. Pero también le informa de que será posible salvarse de ese
incendio.
“Tienes que encargarte de coger a una
pareja pura, en el seno de la cual nazcan dos niñas, una de las cuales será la
elegida como sostén del árbol de Wanamey, para que la humanidad y los animales
puedan salvarse. Un loro grande llamado Wuygnaro será el encargado de traer la
fruta de Wanamey que depositará en la vagina de la chica virgen de la fruta
crecerá un árbol que servirá de refugio para los animales y todas las razas del
mundo, mientras dure la sequía y el incendio”.
Durante
el tiempo de la profecía el desequilibrio no siguió sino aumentando, las
guerras eran cada vez más frecuentes y duras, el hambre y el desequilibrio no
siguió sino aumentando, hasta que un día comienza la sequía y el sacerdote
convoca a toda la nación, a todos los seres humanos, a la gente blanca y a la
gente negra, a todo tipo de ser humano para que todos juntos pudiesen salvarse
del gran incendio que se avecinaba. También manda llamar al hombre que durante
todos estos años había estado preparando a las dos niñas y les dice que las
aliste pues el momento se está acercando y van a tener que ir al encuentro de Wuygnaro.
El
sacerdote ordena el viaje de toda la humanidad
y comienza a bajar hacia la selva baja, pues ahí les había sido
enunciado que se encontrarían con el loro. Mientras bajan van pescando y
comiendo los peces de los ríos, y así
esperan durante mucho tiempo la venida del loro. Entonces al cabo del tiempo
descubren al loro que estaba volando muy alto sobre ellos; volaba en círculos
grandes y bajaba muy lentamente, entonces el sacerdote le dice al hombre: “Ya
estamos listos; prepara a tu hija mayor –que era la elegida– para ser la madre
del árbol de Wanamey, tráela acá.”
Y el
hombre va y llama a su hija mayor y le dice que se prepare, pues Wuygnaro ya está cerca. La chica se
tumba y abre sus piernas mostrándole su vagina al loro. Mientras tanto Wuygnaro va bajando lentamente dando
vueltas en círculos, listo para depositar la fruta. Pero de repente Wuygnaro lanza un grito estremecedor y
remonta el vuelo subiendo y subiendo alejándose dando gritos. La chica no era
virgen, había tenido relaciones sexuales. La gente comienza a gritar y desesperarse
mientras ven cómo Wuygnaro se aleja y
la esperanza de salvarse se aleja con él.
Entonces el sacerdote llama al hombre que había preparado a sus hijas y le dice: “¡Qué has hecho? La Humanidad va a morir por tu culpa.” Y el hombre desesperado llama a su hijita menor y le dice:
“Tú
serás llamada para ser la madre del árbol”.
“Yo
no papá, yo no fui nunca la elegida, yo solamente puedo ser hija tuya”.
“Hija
tienes que salvar a la humanidad y solo tú puedes hacerlo.
Otra
vez se tumba la menor y el sacerdote comienza a llamar a Wuygnaro que ya estaba lejos. “Aquí Wanamey… Aquí Wanamey…”
Y el
loro regresa con su fruta en el pico dando vueltas sobre la menorcita, hasta
que finalmente coloca la fruta en la vagina de la hija menor. Entonces al
colocar la fruta se levanta humo alrededor; el sacerdote para ayudar al árbol
comienza con una palma a moverla hasta que se materializa el árbol y desaparece
el humo. Y así fue que los hombres pudieron ver un hermoso ejemplar del árbol
más bello que jamás hubiesen visto. El tronco nacía de la vagina de la chica y
las raíces eran los brazos y las piernas, mientras que las ramas se extendían
en las cuatro direcciones, y así extendiéndose a lo ancho era cómo los hombres
vieron el árbol de Wanamey por primera vez, y un rayito de esperanza les
encendió el corazón, pues sabían que ese iba a ser su nuevo hogar durante quién
sabe cuántos años.
En
aquellos remotos tiempos, cuentan que la gente no tenía relaciones sexuales
normales, sino que la promiscuidad era increíble, se podía convivir con la
mamá, con la hermana, ya con todos sin elegir, sin sentir quién era la pareja,
puede ser la propia hermana; y entonces eso era el desorden y lo que pasó fue
que la degeneración y el desequilibrio nació dentro de la propia familia, al
principio era la competencia leal entre los esposos, y el primer desorden
estuvo entre los mismos hombres, que ya no hacían ninguna distinción, entonces
para equilibrar, para alinear qué pareja sería buena, sube el hombre a la
primera rama del árbol de Wanamey y comienza a elegir qué mujer sería buena
como esposa.
“¿A
ver si mi hermana es mi pareja?”. Entonces le jala del brazo para ayudarla a
subir al árbol y se sale el brazo, quedándose así parado con el brazo en la
mano y dice: “No es bueno vivir con mi hermana legítima -y lanza el brazo al
lugar donde sale el sol-.
Prueba
de nuevo con su mamá y también se le sale el brazo, y entonces así con el brazo
en la mano predica: “No, no, es bueno vivir con la mamá de uno -y lo lanza
hacia la salida del sol-.
Voy
a probar con las chicas que están acá, no son parientes, voy a elegir entre las
más bonitas. Dicho esto elige una chica hermosa y le dice: “Ven te voy a ayudar
a subir al Wanamey -le jala del brazo y también se sale-. “No es bueno vivir
con mujer que no se conoce”.
Elige
entonces a su prima, la hija de su tía, pero el brazo, al jalar para ayudarla a
subir al árbol se le sale y otra vez lo manda al lugar por donde sale el sol diciendo:
“No es bueno vivir con la hija de mi tía legítima”.
Ya
el hombre desesperado, pues casi no había con quien probar decide intentar con
la hija de su tío. “Ven –le dice- te vas a salvar conmigo aquí en el Wanamey,
alcánzame tu mano y te ayudaré a subir”. Por fin y con alivio para todos, al
jalar, la chica sube al árbol, esa era la pareja perfecta para casarse. “La
hija de mi tío es buena para casarme con ella y formar una familia”.
Y
con esa práctica de amor queda decretada una ley que dice que para contraer
matrimonio hay que casarse con la hija del tío. A partir de ahí autoriza a que
suban todos y toditos suben. Los indígenas de unas etnias en una parte, los de
otras en otras ramas y así cada una de las diferentes razas, los blancos en una
rama, los negros en otras; en un sitio diferente entre las ramas del árbol de
Wanamey estaban representados todos los pueblos del mundo y se extendía así, en
las cuatro direcciones. Luego comienzan a subir los animales, pues también
tenían su lugar en el árbol. Sube el mono, pero primero había subido el jaguar
que se queda en la primera rama, después suben las serpientes y las culebras, y
se quedan enroscadas en las raíces. Luego llega el sapito Cefe al que se le había encargado la misión de subir al árbol con
miles de bastones, y así todo cargado sube al árbol de Wanamey y se queda en la
rama más baja. Su misión era probar a lo largo de los años con los bastones
para saber el momento en que se endurecerá la tierra.
Una
vez todos listos y acomodados, con sus casas ya hechas sobre las ramas de
Wanamey, y con alimentos suficientes para sobrevivir durante miles de años, la
tierra empieza a quemarse, un gran incendio sobre la tierra y el armadillo
llamado quirquincho comienza a
escarbar bajo los árboles para que cayeran y también se incendiaran. Pero el árbol
de Wanamey, como estaba suspendido en el
aire, flotando con las raíces en los brazos y las piernas de la chica y la copa
saliendo de su vagina, los quirquinchos que pasaban por debajo no encontraban
raíces que hoyar y seguían de largo. El fuego venía desde abajo, desde las
mismas entrañas de la tierra, salían grandes lenguas de fuego que quemaban y
destruían todo lo que encontraban a su paso y enormes volutas de humo que se
perdían en la aturas, la tierra quedó convertida en un gran magma líquido
hirviente. En el humo se encontraba la purificación y todo aquel que no había
llevado una vida digna no lo soportaba y caía a la brea incandescente y se
hundía en ella, con esto se restauró el equilibrio. Así estuvieron durante años
larguísimos y de pronto aparecieron unos insectos que picaban a todas aquellas
personas y animales que en su vida no habían sido buenos; se intoxicaban y
morían y se caían al fuego.
Entonces
pasaron muchos, muchísimos años y el fuego comenzó a extinguirse, el humo fue
desapareciendo y así continuó la vida sobre el Wanamey. Y aparecieron unas
bellas flores que cuando explotaban y daban su fruto salían las hermosas aves,
los pajarillos de diferentes colores, el picaflor y el tucán de pico grande,
todos los animales que se ven ahora son nacidos del árbol de Wanamey.
Cuando
se enfrío la tierra el sapito Cefe
comenzó a probar con sus bastoncillos, pero todos se hundían, la tierra aún
estaba blanda, todavía era una brea líquida y no se podía bajar. Vivieron
muchos años y el sapito Cefe seguía probando,
pero cada vez le quedaban menos bastones y empezaban a preocuparse. Pasaron
muchos, muchos años y cuando tan solo quedaban tres bastones tira uno y se
queda plantado sobresaliendo la tercera parte del bastón y la gente se pone muy
contenta pues la tierra estaba afirmándose. El sapito Cefe deja pasar los años y suelta el último bastón y se oye un
sonido –trang- muy agudo y Cefe dice:
“Ya se puede bajar a la tierra a vivir equilibradamente, la tierra está dura”.
Y a partir de ese momento el sapito comenzó a cantar con el sonido que hizo el
último bastón al caer a la tierra ya endurecida, todavía hoy se puede oír al
sapito cantar en la espesura de la selva al árbol del Wanamey.
La
gente estaba feliz, había llegado el arrepentimiento y el perdón, ya podían
bajar a la tierra. Y comenzaron a bajar pero algunos fueron donde la tierra aún
estaba un poco blanda y entraron en ella y aparecieron lejos en otros lugares y
otros hicieron su etnia al lado del árbol de Wanamey. La gente blanca también
bajó y comenzó a construir ciudades y construyeron con fierro sus casas –y esto
se sabía antes que los españoles lleguen, nunca habíamos ido, pero se sabía, es
una enseñanza de Wanamey- por eso que la gente blanca no puede caminar de uno a
otro sitio, no son nómadas, fueron establecidos cuando bajaron del árbol de
Wanamey para hacer sus casas, construir su país, en cambio nosotros los indígenas no tenemos país,
nuestra tierra discurre por todos los lugares, ríos, cochas y bosques.
Pasando
los años la tierra comienza a emboscarse y las etnias reciben el nombre de
acuerdo al lugar donde aparecen. Primeramente los que establecieron sus pueblos
al lado del árbol de Wanamey, son los Masinagua que es como decir el hijo
purificado, como sacerdotes directos que tienen conexión con sus superiores;
ellos pueden invocar al sol, a la lluvia, a las estrellas. Los Wachiperi, al
pueblo al cual yo pertenezco, recibieron ese nombre porque aparecieron junto a
los puentes; en mi idioma Wachiperi significa hombre que vive debajo de los puentes
y los Sapiteris es porque habían salido
debajo del cerro Sapite, los Toyeris son los de abajo, los Kusaberis son los
que aparecieron junto al río Kusama y los Mariheri al lado del río Marija.
Hoy
todos somos hijos del árbol de Wanamey. Estamos en la segunda generación de la
humanidad. Y pronto habrá otro reequilibrio y el nacimiento de un nuevo
Wanamey. Las oropéndolas son los mensajeros de Wanamey.
Hermoso relato. Muchas gracias por compartirlo. 🙏💚✨
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