Porque antes se pescaba para comer y ahora se pesca para vender
¿Por qué las comunidades nativas del Bajo Urubamba se quejan de que ya no hay pescado como antes? ¿Por qué el nativo requiere más tiempo o tiene que recorrer mayores distancias para pescar? La respuesta está en la creciente demanda de pescado para el consumo local ¿De dónde viene esa demanda? ¿Qué la genera? Claramente son los efectos indirectos de las actividades extractivas, específicamente del proyecto de gas de Camisea.
Como uno se puede imaginar las empresas que conforman el Consorcio Camisea operan con una logística impresionante a lo largo del río Urubamba. Diariamente transcurren botes fuera de borda y embarcaciones de gran capacidad de carga conocidas como "chatas". A esto se suman los botes de la Municipalidad Distrital de Echarati, que pasan y repasan el Pongo de Mainique hacia el Bajo Urubamba para abastecer las obras de infraestructura financiadas por el canon. ¿Acaso el constante movimiento y el ruido estridente que producen los motores debajo del agua no tienen algún efecto en los peces? ¿Acaso los miles de litros de combustible y aditivos que tiramos al río no perjudican la fauna acuática? Tanto ruido y contaminación debe tener algún efecto ¿verdad?
Otra situación aparece cuando las actividades extractivas
estimulan de tal forma la economía local, que los
pequeños poblados rurales, como Kiteni en Echarati y
Sepahua en Atalaya, de pronto se convierten en una
máquina de oferta de servicios. Empiezan a proliferar
hospedajes, restaurantes, tiendas, ferreterías, bares, etc.,
los que sirven más a los inmigrantes atraídos por la
promesa del trabajo que a la gente local. Por su parte, en
las comunidades nativas ingresa una gran cantidad de
dinero producto de las compensaciones o de la inversión
en infraestructura que realizan las municipalidades. Como en el caso de los poblados rurales, la red de servicios se amplía al mismo tiempo que el poder adquisitivo de los nativos.
Toda esta dinámica de crecimiento dirige su presión a ciertos recursos alimenticios propios del lugar, como el pescado, la carne de monte y otros. ¿Quién no quiere comer pescado de la zona, un venado o el exquisito palmito?. Los nativos privilegiados que han logrado sacar provecho económico del boom gasífero están cambiando su dieta por productos externos (arroz, fideos, conservas de pescado, carne de gallina, etc.), así que prefieren comprar alimentos antes que abastecerse del monte o del río. Mientras tanto, los menos beneficiados no sólo tienen que pescar o cazar para alimentarse, sino que además destinan el mejor pescado y la mayor cantidad a la venta. Incluso algunos se han convertido en pescadores natos para abastecer la demanda local que básicamente está conformada por personas externas. A esto se suma la utilización de técnicas cada vez más efectivas de pesca, como la tarrafa y una red subacuática que llaman "trica" o "triqui". La idea es pescar la mayor cantidad en el menor tiempo. Luego se destina una pequeña porción a la mesa familiar y el sobrante a los acopiadores. Claramente, esta tendencia en apogeo explica la escasez de pescado en el Bajo Urubamba.
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