Sino pueblos indígenas que tienen diferentes grados de interacción social con la modernidad
A muchos les resulta difícil creer que en este mundo tan explorado -y porqué no decir explotado- todavía viven personas aisladas de todo vínculo o conexión con la modernidad. Pues bien, la Amazonia guarda muchos misterios, es cierto, pero su espesura y extensión no ha sido impedimento para detener uno de los comportamientos mejor desarrollados del hombre: el de interactuar con otros sin importar la distancia o el grado de parentesco.
Mi postura es simple: no hay pueblos indígenas amazónicos en aislamiento o contacto inicial, como insiste en llamarlos la antropología contemporánea, sino pueblos con menor o mayor grado de interacción o conectividad social.
Durante la explotación del caucho (1880-1920) algunos pueblos indígenas se vieron obligados a escapar hacia lugares inaccesibles del bosque, río arriba, a las cabeceras de las cuencas. Huían de sus captores, otros indígenas financiados por patrones caucheros o vendedores de gente.
Algunos optaron por agruparse y defenderse sin mucho éxito, ya que la capacidad bélica de sus enemigos era superior. No les quedó más opción que desagregarse en pequeñas unidades familiares, prácticamente desarticuladas unas de otras, y avanzar cada una por su lado ocultándose en el bosque, sin hacer chacra, sin casa estable, sin parientes cercanos y cuidando la intensidad de sus fogones para evitar ser descubiertos. Un exilio. Una diáspora. Lo único que ellos eligieron voluntariamente fue morir en el bosque por inanición biológica y social antes que en manos de sus captores.
Con el tiempo se acabó la fiebre del caucho y las cruentas persecuciones. Algunos de los sobrevivientes decidieron quedarse "allá arriba" porque pensaban que la ambición y la crueldad del hombre regresarían. Como había cierta paz empezaron a agruparse y restablecer sus vínculos desarticulados. No se quedaron "descolgados" de la historia como muchos piensan, sino que empezaron a reestructurar las interacciones perdidas con sus familiares y paisanos mediante visitas esporádicas río abajo. Otros, más jóvenes e intrépidos, se establecieron de manera permanente en las comunidades grandes y mayor articuladas. Sin embargo, años después llegó la fiebre de la madera, así que la historia volvió a repetirse.
Considero que en el momento más álgido de su diáspora estos pueblos nunca dejaron de interactuar entre ellos para enterarse de lo que pasaba más abajo o para tratar de comprender a la gente que los perseguía. Incluso, cuando las cosas se calmaban, debió existir una red de comunicación entre ellos y sus paisanos que se habían quedado abajo o que paulatinamente habían logrado asimilarse. Digo esto porque es exactamente lo que pasa hoy en día, aunque en una dimensión cada vez más amplia y claramente abierta.
Los pueblos indígenas "en aislamiento voluntario" que aún viven en las cabeceras de las cuencas no sólo han empezando a reagruparse para restablecer sus vínculos de parentesco y afinidad, sino que además están bajando paulatinamente hacia puntos de interacción social más complejos y múltiples, es decir, han decidido incrementar su interacción con nosotros a un nivel presencial y ya no meramente informativo. Pero ¿Cómo? Ellos tienen un conocimiento bastante general de lo que pasa más abajo del río y de lo que piensa y hace la gente extranjera en la zona. Para enterarse de estas cosas hacen uso de sus redes sociales, es decir, visitan y conversan con sus paisanos y parientes que están más próximos a ellos y que al mismo tiempo tienen mayor interacción con la sociedad moderna. Los canales de comunicación pueden ser de dos vías: los de abajo visitan o buscan a los de arriba para llevarles las noticias y artículos modernos, o al revés, los de arriba bajan a los poblados establecidos por sus paisanos o por familiares que bajaron antes que ellos. Sea como fuere, la información se traspasa de una persona a otra y así sucesivamente, como quien dice se pasan la voz. Enterados de la situación deciden salir, quedarse o enviar emisarios para que mantengan los intercambios o inicien relaciones más permanentes río abajo.
¿Por qué está pasando esto? Por dos razones: En primer lugar hay un ambiente de paz social relativa y de derechos indígenas, especialmente en la Amazonía peruana. Ya nadie persigue indígenas para matarlos o esclavizarlos. En segundo lugar les hemos vendido exitosamente nuestro sistema tecnológico, salubre y educativo, al que tienen cada vez más acceso en términos de cobertura y calidad.
Entonces, tomando en cuenta de que la distancia social y geográfica no es impedimento para mantenerse informado de lo que pasa en otros lugares –la calidad de la información es otro tema–, considero que no existen pueblos indígenas en aislamiento voluntario o contacto inicial, sino más bien pueblos con diversos grados de interacción social con la modernidad y de conocimiento sobre el otro.
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