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En defensa de los aislados


Las razones que nos llevan a defender las últimas sociedades tradicionales de la Amazonía.

Solo al conocer los dos lados de la moneda he logrado entender por qué muchas personas e instituciones tratamos de resguardar la forma de vida de las poblaciones amazónicas consideradas en "aislamiento voluntario y contacto inicial". Puedo decir que las razones están marcadas por la nostalgia de lo que fuimos y la vergüenza de lo que somos.

En efecto, somos una sociedad extractivista y propensa a pelear por el control de los recursos solo para mantener nuestro estilo de vida basado en el prestigioso consumo de lo que extraemos. La ambición nos lleva a conquistar espacios inexplorados para someterlos a nuestros intereses, muchas veces sin importar la dignidad ajena. Eso es lo que somos.

Cuando logramos conocer de cerca a las poblaciones indígenas tradicionales, especialmente aquellas que tienen escaso grado de interacción social con la modernidad, empezamos a valorar su estilo de vida y el entorno natural en donde viven. Por ejemplo, apreciamos su transparencia y alegría, su inocencia frente a nuestros discursos y promesas, su hospitalidad, la fortaleza de sus vínculos familiares, la simplicidad de su lógica y de sus interpretaciones, su practicidad e inmediatez a la hora de las decisiones, su agilidad en el bosque y en el río, su envidiable autosuficiencia física y tecnológica, su relación dependiente y al mismo tiempo recíproca con los demás seres vivos y, entre otras cosas, sus avanzados procedimientos de curación física, emotiva y espiritual.

No cabe duda de las abrumadoras lecciones que salen cuando nos vemos frente a ellos. Como sociedad moderna nos llena un sentimiento de nostalgia por el pasado, por esa "primera humanidad" que poco a poco hemos ido dejando. Al mismo tiempo emerge una sensación de amargura y vergüenza al ver las consecuencias de nuestro "desarrollo".

De esta forma, algunos convencidos tratamos de preservar la continuidad de las últimas sociedades prehispánicas que hoy en día subsisten en la Amazonía. Creamos leyes y discursos proteccionistas, tratando de evitar cualquier "contaminación de la perversa modernidad" y de sus agentes extractivistas. Pero con este procedimiento me doy cuenta de que somos una sociedad egoísta, porque solo queremos preservar la tradición para consolar nuestra nostalgia y limpiar la vergüenza del actual modelo de desarrollo, y este camino nos hace perder de vista los anhelos y proyecciones de aquellos pueblos que pretendemos proteger.

Somos una sociedad que ignora los procesos internos de los "aislados" y por ello les encaminamos según nuestros intereses y deseos. Mientras tanto ellos nos demuestran otra cosa. Ya es hora de que propiciemos su transformación con dignidad y equidad.


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