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Brujería y jerarquía entre la gente del bosque y del río

Artículo de investigación.-

En las próximas líneas analizaré un caso de “daño” o brujería que sufrió una persona que conozco desde el año 2015. Se trata de un varón adulto que pertenece al grupo étnico “M”, de la familia lingüística arawak, y que vive en el suroriente peruano, en el departamento del Cusco, Perú.


Tuve la oportunidad de hacer seguimiento de su caso, aunque desde fuera y esporádicamente. Por esta razón, mi análisis se basa en las observaciones indirectas que pude realizar y en algunas conversaciones que intercambié con el paciente y el curandero que lo trató.

Mi hipótesis principal es que la gente del bosque y del río atribuye el daño a personas específicas y no a entidades abstractas. Aunque saben que el daño se elaboró en un plano metafísico o mágico, siempre identifican a la persona que lo hizo, es decir, personifican el daño, le dan un rostro y una presencia social. Esto les permite lidiar con el causante del daño, tanto en el plano social como en el metafísico.

Pero hay que tomar en cuenta que, cuando el daño se personaliza, es necesario analizar la estructura social y de poder que caracteriza a los grupos étnicos de la zona, por ello también describo sus relaciones jerárquicas.

Para comprobar esta hipótesis me apoyé en investigaciones previas realizadas por Gluckmann (1976), Douglas (1976) y Lévi-Strauss (1995). Así también, utilicé las cortas conversaciones que tuve con el paciente y el curandero tratante.

Método

Para la obtención de los datos cualitativos utilicé la observación no sistemática, la que complementé con la realización de conversaciones ocasionales dirigidas a mis interlocutores.

El informante principal es un varón adulto de 40-45 años que pertenece a la familia lingüística arawak, etnia “M”, sub grupo “PAK” (utilizo iniciales de los grupos étnicos para evitar su identificación). Las conversaciones que tuve con él, en su calidad de paciente, fueron a través de un traductor, ya que la gente del sub grupo “PAK” no habla castellano.

El curandero, es un varón adulto de 50-55 años que también es de la etnia “M”, sub grupo “MBU”. Las pocas palabras que intercambié con él fueron en castellano, idioma que domina junto a su lengua materna.

Hallazgos

El tratamiento

Tuve la oportunidad de visitar al paciente en su casa en el año 2015. De inmediato me llamó la atención un bulto que sobresalía en su vientre. Parecía una pequeña pelota de béisbol incrustada en la barriga. Le dolía. Tenía fiebre y malestar, aunque él nunca dejó de sonreírme. 

Le dije a él y a sus familiares que debíamos llevarlo a la posta de salud más cercana, a 30 minutos río abajo en bote con motor. No quiso ir. Argumentó que ya había ido en anteriores ocasiones y que solo le daban calmantes. Me dijo que esta enfermedad no era un asunto de los médicos, sino del curandero.

Fuimos a la casa del curandero, 20 minutos río abajo. Es importante notar que, si bien el paciente y el curandero pertenecen al mismo grupo étnico “M”, ambos son de diferentes sub grupos. El primero es del sub grupo “PAK” y el segundo del “MBU”. Esta diferencia indica una relación jerárquica a favor del sub grupo “MBU”, es decir, el curandero tiene mayor posición jerárquica que el paciente.

A penas llegamos donde el curandero, éste recolectó varias hierbas de la huerta aledaña a su casa. Su mujer las puso a hervir en una olla grande. Mientras tanto, el paciente y su esposa se acomodaron tranquilamente en el interior de la casa.

Mientras hervían los vegetales, el curandero trasladaba piedras desde el río hasta su casa. Juntó una buena ruma y las puso alrededor del fogón. Cuando el agua estaba hirviendo y las plantas despedían su aroma, llamó al paciente, lo acomodó en una banca y le acercó la olla entre las piernas. Puso las piedras en el agua y de inmediato provocó más vapor. 

El paciente, sin perder el tiempo, se tapó con una frazada tratando de capturar el vapor para sí. El curandero dijo que este tratamiento duraría una semana.

No pude quedarme para observar el proceso. Los asuntos de mi trabajo me llevaban a otro destino. Seguí mi ruta río arriba, a dos días de surcada. 

Regresé a los cinco días, cuando el tratamiento había terminado. El paciente se veía recuperado. El día que lo dejé tenía un color pálido y se notaba afiebrado, y ahora su piel había recuperado su vitalidad. Su sonrisa seguía siendo la misma.

El diagnóstico

Como me había comprometido, pagué los servicios del curandero. Su diagnóstico fue el siguiente: un brujo, que vivía en un poblado río arriba, le había hecho daño al paciente. No dio más detalles. Solo agregó que el daño había sido extraído y que el tratamiento fue un éxito. 

Aunque no dijo precisamente quién era el brujo, sí dio el nombre del poblado donde éste se encontraba. Yo conocía el lugar. Sabía que los curanderos en ese poblado no eran muchos, dos o tres a lo mucho. Para saber quién era, tanto yo como el paciente solo teníamos que deducir entre tres opciones. 

Según Gluckmann (1976), el adivino -en este caso el curandero- no busca al brujo al azar. Señala al brujo según las opciones que le da su interlocutor. A veces describe las características de la persona que está haciendo la brujería y es el cliente que la escoge según lo que escucha, pero claro, esta persona escogida deberá tener razones para hacerle daño. “Por tanto, las acusaciones de brujería reflejan las relaciones de pendencias personales” (p. 19).

Estoy seguro que el paciente ya sabía quién era el brujo que lo perjudicaba, pero él nunca me dijo nada. Gluckmann (1976) dice que la persona embrujada no se resigna a soportar el daño de forma indefensa. Tiene que suprimir sus efectos dañinos. Siendo este el caso, el paciente tendría que confrontar al brujo o recurrir al curandero para neutralizarlo. Pero sé muy bien que el paciente no hará nada, y esto se debe a su posición social. Más adelante aclararé este punto.

Sólo quiero adelantar que, según Douglas (1976), no se lanzan acusaciones entre distintas categorías sociales, ya que prima la distanciación social. Seguramente esta regla funciona entre las etnias africanas regidas por reyes, donde se distingue con claridad la nobleza de la plebe. Pero entre los “M”, una etnia que presenta distintas jerarquías sociales, las reglas son diferentes. 

Siguiendo con sus indicaciones, el curandero le dijo al paciente que tenía que ir a una parte específica del río a botar el daño que le había extraído. No tuve la oportunidad de ver la materialización del daño, solo la envoltura de hojas bien atadas que lo cubría. El paciente la llevaba en la mano. Mi traductor sólo me comentó que el daño extraído era el hígado de una gallina.

Cuando llegamos al lugar indicado, me llamó la atención la reverencia con que el paciente botaba la envoltura. Recuerdo que, en cuanto paró el bote, nuestro amigo se dirigió a la proa, elevó el objeto al cielo, balbuceó unas palabras y botó el objeto al fondo del río. Luego se apresuró a llegar a su sitio mientras nos indicaba con sus manos que partamos a toda velocidad. Y así fue. Salimos de allí “volando”, como espantados por una fuerza maligna que podría afectarnos a todos.

Dejé al paciente en su casa. Lo veía más animado y activo a pesar que aún tenía en el vientre el bulto que mencioné antes. Así y todo, el paciente se veía aliviado. Concluí que el curandero es, citando a Lévi-Strauss (1995), no sólo un buen abreactor, es decir, una persona que tiene la “capacidad de retraer al enfermo al instante mismo en que obtuvo la enfermedad, confrontándolo a un desenlace de curación”, sino que además maneja el ritual con gran eficacia simbólica (pp. 202-227).

La estructura social 

Obviamente no analizaré la técnica del curandero, en cambio me enfocaré en la acusación, es decir, en por qué el curandero concluyó que un brujo de la zona era el causante del daño. También se me ocurren otras preguntas: ¿Por qué el curandero personifica la causa del daño? ¿A qué responde echarle la culpa del daño a alguien más?

Para responder a estas preguntas seguiré el consejo de Douglas (1976): “el estudio de la brujería debería estar asociado a comprender la estructura social de la comunidad” (p. 51 ). Por ello, en primer lugar, es preciso ubicar al paciente, al curandero y al acusado en la estructura social y de poder que caracteriza a los “M” de la cuenca del río “CAM” donde hice mi trabajo de campo. 

El paciente y su familia migraron al río “CAM” a través de un varadero ubicado en las cabeceras de otro río, el “PAK”. Ambos ríos descargan sus aguas en el gran río “URU”.

El idioma que habla la gente del río “PAK” tiene diferencias fonéticas y léxicas con las demás variantes del idioma “M” que hay en la zona. Pero se entienden, aunque con cierta dificultad.

La gente del río “PAK” es monolingüe y su interacción con la modernidad ha sido esporádica, en comparación con la gente “MBU”, quienes hablan su idioma materno y el castellano, y además presentan una interacción más fluida con la modernidad.

Dado que la gente del “PAK” es monolingüe y está más “apartada” de la modernidad, los “MBU” ejercen sobre ellos un rol protector. La gente del río URU, donde viven la mayoría de “MBU”, se atribuye una mayor jerarquía social frente a sus paisanos del río “PAK” y del río “CAM”.

La familia del paciente, del río “PAK”, por alguna razón y en algún momento, posiblemente en la década de 1990, decidió cruzar el varadero hacia la cuenca del río “CAM” para interactuar con sus paisanos, los “NM”, quienes ya habían empezado a colonizar la cuenca alta del río “CAM” a partir de 1980.

Tanto los “NM” como los “PAK”, a parte del idioma, tienen muchas cosas en común: mantienen una relación esporádica con la modernidad, son monolingües y dependen casi exclusivamente del bosque y del río para la reproducción de su vida. Sin embargo, hay una diferenciación social entre ellos que genera una relación jerárquica. 

Si bien la familia del paciente pertenece a la etnia “M”, sub grupo “PAK”, los “NM”, que son de la misma etnia, no dejan de tratarlos como un grupo aparte o externo. La interacción entre ellos no es tan fluida ni permanente como se esperaría entre paisanos de la misma etnia o entre familias emparentadas.

A mí me parece que los “NM”, por haber colonizado la cuenca de forma más continua y con mayor número de gente, se atribuyen mayor jerarquía que los “PAK”. Así también, los “NM” tienen un acercamiento más solido y consistente con la modernidad, en comparación de sus paisanos del “PAK”. Los “NM” tienen acceso directo a Instituciones Educativas y Postas de Salud, mientras que los “PAK” no. Los “NM” salen con mayor regularidad a las comunidades nativas de la cuenca baja, mientras que los “PAK” prefieren desarrollar sus actividades alrededor de sus chacras.

De esta forma, si queremos tentar un mapa jerárquico, este sería el orden: en la cabeza estarían los “MBU”, quienes son bilingües y tienen mayor acercamiento a la modernidad. 

En segundo lugar, estarían los “NM”, monolingües, con interacción esporádica con la modernidad, pero con la mayor población de toda la cuenca de la parte alta del “CAM”. 

En tercer lugar, los “PAK” que, al igual que los “NM”, son monolingües y de esporádica interacción con la modernidad. Pero su número es reducido y, al migrar tardíamente al río “CAM”, como el caso del paciente, poseen una jerarquía social más baja. 

El curandero que atendió al paciente, sin embargo, no es “NM” ni “PAK”. Es un “MBU”. Por lo tanto, posee mayor jerarquía frente a los “NM” de la cuenca alta. Es además un curandero conocido, ya que no sólo atiende a los “PAK” y a los “NM”, sino también a otros “MBU”. 

Luego de todo este entramado, solo quería puntualizar que, el paciente, una persona de menor jerarquía, acude a un curandero que tiene mayor jerarquía, incluso más que los propios “NM”. ¿Por qué?.

La personificación del daño

Todo lo que escuché decir al curandero que trató al paciente, fue que el causante del daño era un brujo que vivía río arriba. Al principio pensé que el curandero estaba acusando a un rival o competidor. Pero no descarté que la acusación era aleatoria, es decir, que simplemente respondía a la necesidad de atribuir la causa de la brujería a una persona. Esto explicaría, en parte, la ambigüedad de la acusación.

Así también, puede que el supuesto brujo solo refleje los conflictos intraétnicos que tiene el paciente con sus paisanos los “NM”. Pero no puedo asegurar con certeza que éste y el supuesto brujo hayan tenido alguna relación personal que pueda declinar en un acto de brujería. Dudo incluso que el paciente conozca personalmente al supuesto agresor. Talvez la idea del curandero, y de los sentimientos del paciente, era identificar a cualquier persona que simbolice un conflicto social que se desenvuelve de manera interna y solapada. 

El asunto es que, el paciente, siguiendo el diagnóstico del curandero y el discernimiento propio, sabe que el causante del daño es una persona, es un “alguien”, es una realidad, es una presencia con la que se puede lidiar, confrontar, negociar o declinar.

Mi hipótesis es que para la gente del bosque y del río, toda enfermedad tiene una causa que no puede dejarse en el plano ambiguo, indeterminado o invisible, porque siendo así no se podría lidiar con ella mediante el shamanismo y las estrategias sociales de confrontación. 

Por ejemplo, decir que la causa de la enfermedad reside en un virus o en una bacteria, resulta una explicación que solo la comprenderán aquellas personas entendidas en medicina occidental y, por lo tanto, solo les corresponderá a ellas confrontar la situación con sus pastillas, vacunas y operaciones. 

Sostengo que para la gente del bosque y del río, el daño y la enfermedad tienen causas en las intenciones y acciones de personas específicas, quienes, a través de sus palabras, acciones y rituales, convocan fuerzas místicas con la única intención de dañar o enfermar. El daño y la enfermedad son productos que una persona elabora en el plano místico con la finalidad de perjudicar a otra en el plano real. Al personificarse el daño, tanto en quien lo elabora como en quien lo recibe, la brujería se convierte en un hecho social concreto, evidente, real y, por lo tanto, susceptible de ser confrontado. 

Pero el problema de nuestro paciente es su jerarquía social. Sabe que el causante del daño es una persona, pero resulta que ésta pertenece a un grupo de mayor jerarquía. Confrontarla podría condicionar su presencia en la cuenca e incluso comprometer su vida. No se atreve. Deberá buscar otras salidas. Talvez una de ellas era, justamente, acudir a este curandero, uno de mayor jerarquía. Pero sus intenciones no hallaron eco. El curandero extrajo el daño e identificó al causante con una ambigüedad que le permite evitar cualquier posterior alusión en caso el conflicto se agrave. 

Me pregunto por qué el curandero, dada su evidente posición jerárquica, no hace el trabajo de la confrontación por su paciente. Pienso que el curandero no querrá pelearse con sus clientes regulares y tampoco querrá poner en riesgo las alianzas sociales que ha ido construyendo a lo largo de los años con los “NM” de la cuenca. Pienso que el curandero, aparte de ser prudente, es un estratega social. 

Por el momento, el curandero extrajo el daño, pero éste retornará si el brujo no es confrontado de manera pacífica o trágica para que desista de sus intenciones. Por ahora el paciente se siente aliviado, pero su rehabilitación integral está lejos aún. Él sabe que mientras no haya resolución con el brujo, no habrá alivio.

Discusión

La gente del bosque y del río considera que el daño es provocado por personas específicas, quienes, mediante actos de brujería indirectos y elaborados en el plano metafísico, provocan enfermedades y muerte.

Una persona que se considera de menor jerarquía social no puede hacer nada frente al daño que le provoca un brujo de mayor jerarquía. Excepto si acude a un curandero de igual o mayor jerarquía que el brujo, quién además tendría que tener la intención de convertirse en su héroe metafísico para iniciar la confrontación. 

Así también, el embrujado tendría otra posibilidad de sanarse si acude a la “magia” superior del sistema de salud occidental, siempre y cuando este responda con eficacia y efectividad.

Finalmente, mientras que el brujo no sea confrontado tanto en el plano místico como en el interpersonal, el curandero, por más eficacia simbólica que manifieste, solo ofrecerá un alivio momentáneo del daño.

Referencias

Douglas, M. (1976). Brujería: el estado actual de la cuestión. Treinta años después de brujería, oráculos y magia entre los azande. En Anagrama (Ed.), Ciencia y brujería (pp. 31-72). Anagrama. (Trabajo original publicado en 1970).

Gluckmann, M. (1976). La lógica de la ciencia y de la brujería africanas. En Anagrama (Ed.), Ciencia y brujería (pp. 7-30). Anagrama. (Trabajo original publicado en 1944).

Lévi-Strauss, C. (1995). Antropología estructural. Paidós (Trabajo original publicado en 1974).

Donaldo Humberto Pinedo Macedo.
Cusco, 16 de agosto de 2020

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